Visitar Badajoz es un placer para los sentidos y un viaje extraordinario hacia nuestro pasado más preciado a través del arte y de la arquitectura. El arte sacro se rebela en el paisaje como uno de los grandes protagonistas de la ciudad extremeña, señal de la importancia que tuvieron las órdenes religiosas en la provincia, y uno de los ejemplos de ese arte que no pueden faltar en un viaje a Badajoz es el Convento de San José. Para poder encontrarlo tendremos que aproximarnos a la zona de la Alcazaba árabe de la ciudad, donde a pocos pasos veremos la llamada Plaza de San José, que es donde se emplazó este convento de adoratrices tan emblemático de la ciudad y que hoy os recomendamos.
El convento recibió el mismo nombre de la plaza, ya que ahí fue donde se situó la antigua ermita de San José (concretamente sobre sus ruinas), un santo muy importante para Badajoz desde los tiempos de Alfonso IX de León, hasta al punto de haber sido su patrón durante siglos hasta ser sustituido por San Juan, actual patrón de la diócesis.
Historia y estilo del Convento de San José
El Convento de las adoratrices de San José es un edifico neogótico (surgido a final del siglo XVIII e inspirado en el gótico de la Edad Media), estilo arquitectónico del que apenas quedan restos en la zona, lo que lo convierte en un edifico aún más singular si cabe. Su emplazamiento también destaca mucho, pues la forma en la que se encuentra situado, entre las calles de San Antón y Suárez de Figueroa y entre la Plaza de San José y la Alcazaba árabe, hace que parezca una gran construcción naval arribando en las costas.
Este Convento de las adoratrices, aunque fue construido sobre los restos de la antigua ermita, tiene una data bastante moderna a nivel histórico (1917) pero guarda tesoros y detalles tan importantes como la capilla, que se trata nada más y nada menos que de la que poseía la antigua ermita tras su restauración.
La advocación del convento de nuevo a San José fue consecuencia de ser la sede de la ermita, pero también consecuencia de uno de los hechos históricos más importantes de la ciudad de Badajoz: la reconquista de la ciudad, en poder entonces de los musulmanes, por parte de Alfonso IX de León precisamente el 19 de marzo del año 1230. La antigua ermita estuvo erigida en el espacio que hoy ocupa el convento hasta el siglo XIX, ya que una vez llegada la Guerra de Independencia los bombardeos recibidos fueron de tal consideración que pusieron fin a aquella ermita de siglos, que nunca pudo recuperarse más de su deterioro.
Francisco Franco Pineda, un ingeniero y arquitecto militar sevillano muy popular en la zona, fue el encargado de proyectar este convento junto al maestro Adel Pinna Casas. Además de la capilla, en este convento destaca la fachada principal, sencilla aunque algo pequeña para su estilo y compuesta por un arco ojival coronado con un relieve del Niño Jesús con dos ángeles de Julio Clivilles. Completan el conjunto un rosetón, una crestería gótica y una espadaña con campanas. La bóveda que cubre la iglesia del convento es de medio cañón con cúpula de medio punto, muy al estilo del gótico y de sus bóvedas de crucería. El exterior se completa con numerosos elementos decorativos, como los pináculos, las gárgolas o los bajorrelieves, muchos de ellos hoy perdidos.
Desgraciadamente, el paso del tiempo, la dejadez de las administraciones en la restauración del patrimonio artístico y arquitectónico y la imposibilidad de las adoratrices de afrontar el gasto de una preservación y remodelación adecuada, hacen que este monumental edificio se encuentre en sus peores momentos. No son pocas las ocasiones en las que las adoratrices se han dirigido a la sociedad, a través de distintos medios de comunicación, para denunciar esta situación y solicitar la ayuda inmediata a un patrimonio que no debería desaparecer.
En el año 2006 llegaron a producirse una serie de desprendimientos que apenas fueron solventados, pues con el presupuesto solo se acometió la reparación de las tres fachadas principales. Sin embargo, esto no le resta el más mínimo interés a una visita obligada a Badajoz, pues este edificio de las adoratrices continúa siendo un gran exponente de la historia de Extremadura y la puerta de entrada a sus raíces más profundas y cristianas.