La ciudad de Badajoz ha estado unida desde muy antiguo a las murallas. En el siglo IX, cuando tuvo lugar su fundación por Ibn Marwan (año 875 d.C.), se crearía el primer recinto amurallado de Badajoz llamado “recinto amurallado de la Alcazaba”. Sin embargo, con el paso del tiempo este perímetro inicial se fue quedando pequeño y hubo que hacer añadidos posteriores que irían confiriendo a esta ciudad extremeña su carácter, originalidad y dinamismo tan característicos.
Estas murallas, que se iban añadiendo conforme iba creciendo también la población extramuros, se utilizaban para garantizar la defensa de toda la población ante ataques exteriores y para garantizar a un mismo tiempo la salvaguarda de la propia ciudad. Así, tras la construcción de la muralla árabe de la Alcazaba o “cerca vieja” llegaría la ampliación de la muralla en la Edad Media Cristiana y todavía alguna reforma posterior, pero nada de esto fue suficiente para garantizar la defensa de Badajoz una vez llegó el XVII, pues el perfeccionamiento de las tácticas de guerra, como por ejemplo la artillería, hicieron que la defensa de las ciudades ya no se pudiera garantizar con la simple presencia de los recintos amurallados.
Esta situación es la que llevó a la construcción de un nuevo sistema defensivo que sería la muralla moderna o “Muralla Abaluartada” por todo el perímetro de la ciudad, y acompañada a su vez de otros sistemas defensivos diferentes, como el “Fuerte de San Cristóbal”.
Función y partes de la Muralla Abaluartada
Como veíamos, el paso del tiempo hizo que las murallas antiguas que tenía la ciudad de Badajoz, destacando la primera conocida como “Muralla de la Alcazaba”, se fueran quedando obsoletas e inservibles ante unos ataques exteriores que se iban perfeccionando cada vez más. La guerra de Restauración Portuguesa (acaecida entre los años 1640 y 1668), con la que Portugal iniciaría su definitiva independencia, terminó por poner de manifiesto el agotamiento de estos recintos, que ya no soportaban los ataques de la artillería pesada del enemigo. Esta situación fue la que condujo finalmente a la planificación y construcción de la nueva Muralla Abaluartada, que estaba compuesta por un mayor número de elementos defensivos, como baluartes y semi-baluartes, lunetas y fosos, revellines, fuertes…y un diseño en el que se cubrían todos los posibles ángulos de ataque, convirtiendo a la ciudad en un bastión casi infranqueable a la artillería enemiga y a cualquier forma de ataque. La vieja cerca había quedado completamente obsoleta, y los 28 años de guerra con Portugal solo lo evidenciaron.
Esta nueva muralla se construyó en torno a la propia Alcazaba y hoy sigue formando parte de la ciudad de Badajoz, pues se conserva buena parte de ella, bien integrada en los núcleos urbanos actuales. Sin embargo, en un principio la mejora de la muralla vieja no fue gran cosa, pues apenas se mejoraron trozos derruidos y se levantaron baluartes y revellines de tierra en las zonas más expuestas al peligro. Eso sí, se edificaron también dos puntos que serían fundamentales para la defensa de la ciudad: el Frente de la Cabeza del Puente de Palmas y el Fuerte del Cerro San Cristóbal, que se erigiría como un bastión de defensa fundamental. En 1668 comenzaría finalmente la construcción de la muralla nueva como tal, que duraría nada más y menos que 20 años. La Alcazaba se convirtió entonces en “ciudadela” y los antiguos palacios medievales sirvieron de cuarteles para las órdenes militares.
En el siglo XVIII volvería a ponerse en entredicho la seguridad de esta nueva muralla tras el asedio de las tropas anglo-portuguesas, y de nuevo se acometería su renovación de la mano de algunos de los mejores ingenieros de la época. Finalmente, el elevado precio de los proyectos llevó a inexistencia de una nueva gran reforma, pero sí se acometieron ciertas mejoras como el reforzamiento del Fuerte de San Cristóbal o la mejora de los fosos. En el siglo XIX las tropas francesas asediarían de nuevo la ciudad, siendo ellos mismos los que realizasen entonces nuevos reforzamientos en la muralla de Badajoz. Otros sucesivos asedios continuarían poniendo a prueba la muralla, testigo de una continua evolución al hilo de sus numerosos acontecimientos históricos violentos.
Para poder disfrutar de la Muralla Abaluartada, si decidimos acercarnos a Badajoz, deberemos dirigirnos hacia las calles Ramón y Cajal, Avenida Joaquín Costa o Ronda del Pilar, y desde allí comenzar nuestra ruta por las defensas de la época árabe, medieval y moderna, viendo el Baluarte de San Pedro, el Baluarte de la Trinidad, el de Santa María, el de San Roque, la Puerta del Pilar, el Baluarte de Santiago, el de San José, el de San Vicente, la Puerta del Palmas o el Fortín de San Cristóbal, desde el cual podremos disfrutar de unas increíbles vistas de la ciudad de Badajoz y su río Guadiana y de la preciosa Alcazaba. Los nombres de aquellos nuevos baluartes hacían referencia a las protecciones divinas de Badajoz y la puerta principal sería la Puerta Nueva de Nuestra Señora del Pilar.
La visita a la Muralla Abaluartada es un viaje al pasado y al porqué de una ciudad como Badajoz, cuyos conflictos y acontecimientos bélicos definieron de forma increíble su paisaje y su arquitectura.